En aquel desvencijado garaje donde entrenábamos, Alejandro Gonzatto me contó durante un descanso sus primeras e impactantes vivencias de la infancia como arquero. Parte del relato es fruto de mis deducciones e investigaciones. Allá va. El pequeño Alejandro recorría la llanura uruguaya ( hasta que su madre lo llamaba para comer) con su humilde rama de árbol convertida en arco. Con su "arco" era el rey del río Santa Lucia. Su fuerza estaba en la ilusión. Temible adversario, pués. Con ilusión, una rama de árbol convertida en arco representa de una fuerza arrolladora. Una fuerza que sale del corazón y del alma, y que sin lugar a dudas, imprime al arquero el "que" de su personalidad. Pensemos, pensemos en ello.
Un día de verano, correteando por las calles de su pueblo se topo con Marcelo el carpintero. Mirándolo con curiosidad Marcelo le pidió el "arco" para observarlo, y frotándose la barbilla le dijo: "Alejandro te voy a fabricar un arco de madera". Los ojos de nuestro pequeño héroe se abrieron como platos. ¡¡¡Ahora podría conquistar todo lo que quedaba hasta el Río de La Plata!!!. No hace falta explicar como estaba Alejandro el día que tuvo el arco en sus manos. Los habitantes del lugar y alrededores lo llamaban : El Arquero del río de La Plata. Ese era Alejandro, si señor.
Pero un día Alejandro descubrió que no siempre se gana. En una de sus valerosas incursiones por "terreno inexplorado"tropezó en una zanja ( seguramente "una trampa de sus enemigos", mmmh) y el arco se rompió en dos (......).
La tarde caía y las lágrimas del pequeño arquero también. No era un sollozo, sino el lloro silencioso propio de los héroes en sus momentos de infortunio. Solo, allí en la llanura, cabizbajo, volviendo a casa, su silueta recortada en el crepúsculo era observada por diversos habitantes de la llanura, pequeños animales, algún ñandú, una pareja de zorros grises, diversas aves que cruzaban el cielo, un gaucho que volvía a casa montado en su caballo. Todos se preguntaban lo mismo: ¿ Que haría ahora el gran arquero ?.
La respuesta la tuvieron al día siguiente. Cuando se trata de un gran arquero, incluso sin arco es bueno, porque antes que arqueros somos lo que tenemos dentro. Y Alejandro tenía y tiene eso que hemos dicho antes, ilusión. Temible adversario pués. Alejandro volvió a coger su rama de árbol y su leyenda continuó. Aun hoy, muchos años después, por allá al sur de Uruguay, entre el río Santa Lucia y el río de La Plata se le recuerda. Su figura corriendo y disparando su arco ha quedado impresa en muchas retinas. Dicen algunos haber visto bandas de zorros practicando una extraña ceremonia en el sitio donde cayó y se le rompió el arco.
El porqué de que no le construyeran otro arco es otra historia que quizás contemos otro día. Parece ser que el carpintero Marcelo se fue del pueblo, pero no parece muy claro.
En todo caso, Alejandro, ahora viviendo en Barcelona, es un consumado arquero en posesión de un magnifico arco. Y sobretodo en posesión de una ilusión a prueba de bomba.
Felicidades Alejandro por haber cumplido tu sueño.
Foto: Eduard Pallares
lunes, 22 de junio de 2009
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